lunes, 14 de mayo de 2012

Día del trabajador anarquista

Anarquía no es caos
“Anarquista es, por definición, aquel que no quiere estar oprimido y no quiere ser opresor; aquel que quiere el máximo bienestar, la máxima libertad y el máximo desarrollo posible para todos los seres humanos” (Enrico Malatesta)

Por Sofía Rosconi 

Primera jornada del mes de mayo. Día del Trabajador. Una marcha con cita en Pasco y Sarmiento, más precisamente en la Plaza Libertad. El nombre del punto de encuentro para una manifestación anarquista no es una mera coincidencia; ya que la ideología en cuestión recalca, por sobre todas las cosas, la importancia de este valor. Los anarquistas consideran que la libertad es el bien existente más preciado, y que negárselo a un individuo significa impedirle pensar por sí mismo e incluso vedarle su humanidad. Para esta doctrina, ninguna persona debe dominar a otra. A raíz de esto, surge un interrogante: ¿la ausencia de autoridad es sinónimo de desorden?  
 La única forma prudente de responder con certeza dicha interpelación es vivir en carne propia en un lugar donde rija el anarquismo y, por ende, se priorice la libertad. Donde la individualidad sea considerada un aspecto fundamental de la humanidad, la igualdad y la solidaridad entre las personas sea el soporte de la sociedad y la coacción degradante no tenga lugar. Este modelo de vida resulta una quimera en un mundo en el que es complicado sólo el pensar en un modo de organización social que no sea el Estado, quizás porque la sociedad actual está demasiado empapada de pensamientos y valores capitalistas. Por ende, la convocatoria de la Federación Anarco-Comunista de Argentina (F.A.C.A.) en conmemoración del Día del Trabajador parecía una manera tentadora de descubrir, aunque sea en parte, la esencia de esta doctrina y su supuesta vinculación con el caos. 

 El encuentro estaba pactado para las seis de la tarde. El clima era muy fresco, pero la presencia del intenso sol cooperaba para que el feriado se tornara más agradable para salir a pasear. De hecho, la Plaza Libertad contaba con la presencia de numerosos niños, varias familias, jóvenes andando en bicicleta y gente practicando deportes o tocando la guitarra en medio del pasto. Ambiente agradable y pacífico si los hay, pero ¿la marcha anarquista perjudicaría tal placidez? Nada más lejos de la realidad: los miembros de la F.A.C.A, ubicados al lado de un mástil en donde flameaba la bandera de Argentina, escuchaban música folclórica mientras compartían mates amargos que pasaban de mano en mano, entre risas. Los anarquistas charlaban animadamente y disfrutaban de zambas mientras esperaban que la gente se acercara a la gran pantalla de proyecciones que habían ubicado allí, próxima a la enseña negra con letras blancas perteneciente a la agrupación. 

 Con el correr de los minutos, los curiosos y los interesados se reunieron en torno a los seguidores de la Federación Anarco Comunista de Argentina. Alrededor de cincuenta personas, en su mayoría de entre 25 y 45 años, participaron del humilde acto que se inició treinta minutos más tarde de la hora convenida. La duración del mismo fue breve, pero dejó en evidencia a un grupo de personas que no son sinónimo de violencia y desconcierto, sino que se constituyen como comunicadores del enorme valor de la libertad y de la lucha por los derechos. Inclusive, los anarquistas demostraron la importancia que tienen la tolerancia y el libre albedrío a la hora de la expresión, ya que una vez finalizado el merecido homenaje a los Mártires de Chicago, permitieron que algunos anónimos exhibieran videos en los que reflejaban su propia visión sobre el Día del Trabajador, sin importar que éstas no se relacionaran totalmente con la postura de la F.A.C.A. ¿Cuántas ideologías políticas son capaces de demostrar el mismo respeto?
 Los anarquistas, lejos de ser agitadores y perturbadores, como son definidos en diccionarios, se manifestaron en la marcha como individuos deferentes y sencillos; que se emocionan con el himno inherente a su movimiento, por el simple hecho de que revela el ideal de una sociedad basada en la igualdad, la solidaridad y la libertad. Ser partidario de la anarquía no significa profesar el desorden, la confusión y la indisciplina, tal como los medios de comunicación, desde su ignorancia, y el Estado, desde su provecho, lograron establecer en la cabeza de las personas. Todo lo contrario: ser anarquista es abarcar el costado más humano de la gente, no apoyar las decisiones personales en relación al poder arbitrario de otros, reconocer el carácter esencial que tiene la libertad en la vida de los hombres, admitir que la base para que esta ideología no sea utópica es la educación, buscar la felicidad propia sin lastimar los derechos naturales de los demás, saber que el libre albedrío no puede existir sin sociedad ni organización y aceptar que tanto la violencia como la coerción son deshonestos. Los anarquistas no pretenden una sociedad perfecta, sino una sociedad humana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario