Los quioscos venden cigarrillos a menores y los boliches bailables permiten fumar en espacios públicos cerrados
Por Mercedes Coronel y Agustín Dirienzo
La ley provincial 12.432 “Programa de Control del Tabaquismo”, sancionada el 30 de junio de 2005 en Santa Fe establece en su artículo primero, su objetivo y causa de creación: “Créase el Programa de Control del Tabaquismo en el ámbito del Ministerio de Salud de la Provincia, cuyas acciones están destinadas a la prevención, primaria y secundaria, del hábito de fumar, con el objeto de disminuir, en la población, la morbimortalidad causada por el consumo activo y pasivo del tabaco en cualquiera de sus formas, siendo sus normas de orden público”.
Para ello, en el Capítulo III “Prohibiciones, Limitaciones y Sanciones” suscribe en su quinto artículo: “Ninguna persona venderá ni ofrecerá venderle productos del tabaco a una persona que sea menor de 18 años de edad”. Y en su noveno: “Ninguna persona fumará tabaco ni sostendrá tabaco encendido en áreas cerradas interiores de cualquier lugar de trabajo, público o privado. Por lo tanto, prohíbase, fumar en: Todos los edificios públicos, dependientes de los tres poderes del Estado Provincial (incluidos los organismos descentralizados de la provincia), tengan o no atención al público. Tal prohibición alcanza solo a los lugares techados, pudiéndose destinar, como área de fumadores, un lugar abierto. Todas las dependencias de edificios públicos o privados, cualquiera sea su finalidad (sanitaria, educativa, comercial, cultural, de servicios, etc.), en donde regular o eventualmente pueda concurrir la población. Medios de transporte público de todo tipo y distancia”.
Sin embargo, hoy parece haber una gran distancia entre la norma y lo que ocurre en la ciudad de Rosario. Basta hablar con adolescentes que frecuentan boliches o confiterías bailables para confirmar el incumplimiento de dicha ley. Los controles son escasos e ineficientes, para un dictamen que busca controlar lo incontrolable.
Facundo Benítez, de 21 años, asegura que “es muy fácil fumar adentro de los boliches”, y comenta su experiencia en un boliche ubicado por la zona de Pichincha: "Cuando los patovicas te ven fumando te señalan con un láser a la distancia y el fumador entiende que es por el cigarrillo, pero entonces uno lo esconde y se dirige a otro sector para que el patovica no lo siga apuntando”.
Stefanía Censabella, de 22 años, se siente víctima del incumplimiento de la ley en los sectores públicos cuando sale a bailar: “Siempre que vuelvo a mi casa del boliche llego con olor a cigarrillo o me queman la ropa o el brazo. Es una lástima que la ley no se cumpla porque los fumadores no se ponen ni un poquito en el lugar del otro, estamos todos apretados bailando e igual fuman sin tener en cuenta a los otros”.
Juliana Martín, de 18 años, frecuenta boliches bailables y afirma: “La verdad es que hay una realidad, que la gente fuma y es un hábito. Si abrís un lugar, un bar, boliche o lo que sea, no podés negarle a la gente que haga lo que hace de forma regular. En todo caso, supongo que la ley debe estar orientada a que las instalaciones del lugar en cuestión sean las aptas para que los que fumamos podamos hacerlo, por ejemplo un patio o un sector aparte”.
Por otro lado, Camilo Hereñu, de 20 años, es fumador y está a favor de la ley: “Yo fumo, pero me gusta que se respete el derecho del otro. Me parece que preserva la salud colectiva y además es una forma de no promover el cigarrillo. En la mayoría de los lugares a los que voy se respeta, o se hace respetar, mejor dicho. Creo que genera consciencia popular, es decir, si te dicen: ‘¿Che vamos a fumar?’ y estás en un lugar cerrado generalmente viene acompañado por un: ‘Vamos a fumar afuera”.
Bendito Lunes tuvo acceso a trabajadores relacionados directamente con esta controvertida ley. Matías M. atiende en su propio kiosco por calle Ayacucho en intersección con Ituzaingo y es consciente que infringe la ley al vender cigarrillos a menores de 18 años. Con seguridad, afirma que los productos que más se venden son “la famosa coca de litro y medio y los cigarrillos, cualquiera sea su marca”. Demandados por todas las edades sin distinción de sexo. Matías confiesa que apenas empezó con el kiosco en 2008, no conocía la prohibición que le impedía vender tabaco a los menores de edad, pero a medida que pasó el tiempo se fue interiorizando en el tema. Sin embargo, admitió que cuando un adolescente le pide cigarrillos, no está “pidiendo documentos como si fuera un patovica" y además tampoco tiene la Municipalidad un control estricto sobre el asunto.
Matías intentó justificar su actuar explicando que toda su vida, inclusive durante su infancia, le hacía el favor a su madre de ir al kiosco más cercano a comprarle cigarrillos y que "no tenía más de 15 años". Otro factor que Matías alega es la cuestión económica. Claro que al vender los cigarrillos sin restricción, y teniendo en cuenta que son uno de los productos más vendidos, respetar el artículo quinto de la ley provincial 12.432 afectaría negativamente en sus ganancias. “Un día con pocas ventas es un día de pérdidas, y los números están muy justos como para seguir las reglas al pie de la letra”, confiesa desanimado.
Un empleado de un conocido boliche de la zona central de Pellegrini relató con detalles cómo son los controles de la Municipalidad, las respuestas del público en general y las de sus jefes, los dueños del lugar. “Los policías no pasan nunca; los de la Municipalidad sí, todas las noches”, confiesa el empleado de un concurrido boliche del centro rosarino. Más allá del control antitabaco que le corresponde a los efectivos municipales, también "revisan todo". La edificación, los techos, los baños, la capacidad de la gente, y si todos los concurrentes son mayores de edad. Según cuenta, por lo general arriban al boliche a la mitad de la noche, sin aviso previo y por eso se debe bajar el volumen de la música de golpe. “Es por eso que en el lugar donde trabajo, yo que no soy patovica y trabajo en las barras, también me ocupo de mantener el control con el tema de los cigarrillos”, aclara.
Si bien define, como “prohibidísimo” el fumar adentro (el boliche cuenta con un pequeño patio en su parte trasera), admite que a veces "simplemente es incontrolable", y que sus jefes lo saben, por ende, el control no es el que realmente debería existir. El empleado cuenta que él fue contratado para preparar los tragos atrás de la barra, pero que sus superiores también le piden que si ve a alguien fumando, le pida que se retire al patio. "Claramente la situación del control supera a los dueños por lo que se prefiere no hacer nada al respecto. Más de una vez debieron pagarle a la Municipalidad un soborno", comenta, que además confiesa que, a veces, da la impresión de que los efectivos de la Municipalidad buscan hasta el detalle más ínfimo para encontrar una manera de llevar a cabo una coima. “Yo lo he visto”, admite el empleado.
Norma López, concejala por el Frente Para la Victoria, explicó la fragilidad de la ley y la ineficiencia en los controles municipales. "Por un lado existe la concepción de un derecho individual, la de consumir la sustancia que se quiera, pero también en cómo se desarrolla este derecho en la cuestión social y con otros grupos”, comenta López. Si bien admite que la Municipalidad tiene cursos de forma permanente, a su entender “los controles son por demás de laxos y no sólo en la instancia del tabaquismo”. “La seguridad y la salud son otros temas comprometidos, por eso es necesario un control más estricto --señala--. En los boliches se sabe que se fuma, y lo cierto es que no hay un ajuste en los controles. Los empresarios por su parte hacen la vista gorda por la flexibilidad al ser controlados”.
López reflexionó sobre un hecho que suele suceder en cuanto al comportamiento de las personas fumadoras según el espacio en el que se encuentren. Frecuentemente, una persona que no fuma en un restaurante sí lo hace cuando va al boliche. Según la funcionaria está más aceptado por la relación de recreación y lo "transgresor que tiene la noche". “Una de las maneras más efectivas para la prevención y control del cumplimiento de las normas es cuando el Estado se asocia con organizaciones de palabra, o tipo convenio, que no representan al gobierno, porque tienen el respeto en lo que trabajan, y trabajan por un este fin específico”, agrega.
BenditoLunes se dirigió finalmente a la Municipalidad de Rosario para encontrar la respuesta precisa de quienes son los responsables de hacer valer la legitimidad de la Ley en la ciudad, a través de la oficina de Habilitaciones e Inspección. Su director a cargo, Gregorio Ramírez, admitió en primer lugar que “es imposible controlar todo el tiempo si se está fumando o no dentro de los establecimientos nocturnos”. “Es como querer controlar todo el tiempo las infracciones de tránsito por estacionar incorrectamente, no tenemos inspectores en todas las esquinas”, plantea Ramírez.
Coincidiendo con la concejala por el Frente Para la Victoria Norma López, el director de Habilitaciones e Inspecciónl habló de la importancia de tomar medidas ejemplificadoras que cambien las pautas culturales. Según el funcionario, cuando la prioridad de la gestión es cumplir la norma, mediante campañas y “hacer respetar la ley a rajatabla”, frente a cualquier instancia que se encuentre a “media persona” fumando se labra la falta, logrando así cambiar las pautas culturales del empresario. Sin embargo, Ramírez expresó la idea en términos condicionales dando a entender, claro está, que actualmente la ley 12.432 no es la prioridad de la gestión.
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