martes, 22 de mayo de 2012

Ley de Educación Sexual Integral

Educación sexual: un arma de progreso
Hecha la ley, hecha la trampa
“Todos somos iguales ante la justicia, pero no ante los encargados de aplicarla” (Stanislaw Jerzy Lec) 

Por Sofía Rosconi

En el año 2006 se sancionó en Argentina la Ley de Educación Sexual Integral, también conocida como Ley 26.150. Esta norma establece que todos los colegiales tienen derecho a la formación global con respecto a la sexualidad, sin importar a qué tipo de establecimiento concurran (público, privado o estatal). A partir de la sanción del estatuto en cuestión, del Programa Nacional creado en base a éste y de la aprobación de los denominados Lineamientos Curriculares de Educación Sexual Integral, los docentes de todo el país tienen la responsabilidad (e incluso la oportunidad) de instruir a los niños y jóvenes sobre esta cuestión tan importante. 

Ya es más que sabido que en los últimos años en la sociedad actual entraron en juego numerosas cuestiones vinculadas con la sexualidad, siendo la legalización del aborto una de las más divulgadas y trascendentes. Es fundamental considerar que la reducción de las muertes por complicaciones en las interrupciones de embarazo no sólo depende de las alternativas que tienen las mujeres para acceder a un aborto seguro y con calidad en la atención, sino que principalmente tiene que ver con las posibilidades de evitar una concepción no deseada, y esto se logra nada más ni nada menos que con educación sexual. Éste, es sólo uno de los tantos ejemplos que dan cuenta de que esta disciplina resulta esencial para que las personas adquieran los conocimientos necesarios para tomar decisiones concientes y críticas con respecto al cuidado del propio cuerpo, las relaciones interpersonales y el ejercicio de la sexualidad.
A pesar de que uno de los artículos de la Ley 26.150 expresa que las autoridades competentes garantizan el cumplimiento del estatuto a partir de su vigencia y en un plazo máximo de cuatro años, los hechos demuestran una realidad muy distinta. A seis años de la publicación de la norma, todavía se sigue esperando su correcta aplicación. Es posible que la nula o escasa implementación de la misma se deba tanto a las escuelas que no reciben cursos de capacitación para su adecuado empleo, como a los directivos y docentes que no la aceptan porque es contraria a las ideas religiosas de la institución en la que se desempeñan. Pero, ¿qué es lo antagónico entre el pensamiento de los colegios católicos y lo que promulga la Ley de Educación Sexual Integral?
Según María Inés Franck, secretaria ejecutiva de la Comisión Episcopal de Educación Católica, los conocimientos que se brindan desde las aulas sobre educación sexual tienen que estar avalados por la ciencia para que sean confiables y responsables. Sin embargo, también asegura que “lo que entiende la iglesia por confianza y responsabilidad es distinto de lo que entiende la ciencia”. En relación a esto, manifestó que las escuelas católicas perciben dos cosas con respecto a la sexualidad consciente: la primera es que los estudiantes deben comprender las consecuencias de las decisiones mal tomadas, mientras que la segunda hace hincapié en el hecho de estar educados desde temprana edad con respecto a esta cuestión. “Ya que el sexo se da cada vez en gente más joven, por lo menos hay que enseñar y educar”, expresó.
Franck también aseguró que, aunque los documentos que conforman el llamado marco legal y curricular hayan sido presentados como obligatorios, “la verdad es que no lo son”. Licenciada en Ciencias Políticas y Doctorada en Sociología, Franck puso de manifiesto la importancia de que exista un proyecto educativo sobre sexualidad que vaya más allá de lo que dicta la Municipalidad, y consideró que la Ley de Educación Sexual Integral es incompleta y errónea en varios aspectos. “En el programa nacional falta un costado que vincule el sexo con el amor. En la norma se hace más hincapié en el placer que en el amor, y esto es peligroso porque la satisfacción se puede obtener con cualquiera, pero el afecto no”, declaró.
Por otro lado, la integrante de la Comisión Episcopal de Educación Católica opinó que mediante la Ley 26.150, la Municipalidad apela a la ideología de género. “La tendencia actualmente es pensar que todo en el ser humano es cultural, que somos nuestra cultura. No es positivo transgredir los límites que impone la naturaleza”, indicó Franck. También expresó que algunas de las consecuencias de una sociedad basada en estas ideas son: la desaparición de los roles y la identidad, la abolición de la familia y la maternidad, la actividad sexual desligada del amor y la anulación tanto de la moral sexual como de la religión.
Con respecto al rol que tienen los padres en la formación sexual de los niños y niñas, la especialista indicó que es imposible que el Estado y las escuelas sean los primeros en brindarles enseñanzas relacionadas con esta cuestión: “En nuestro sistema jurídico, la familia tiene el principal derecho y la principal obligación de educar a los niños en todo sentido”.
Por último, Franck consideró que los textos presentados por el Ministerios de Educación sobre educación sexual son, en su mayoría, embarazosos y burdos. Según la licenciada, un claro ejemplo para dar cuenta de esta situación, es que en uno de los manuales ofrecidos por el gobierno define que los discriminados son aquellos individuos diferentes al modelo o paradigma de “lo normal”, es decir al varón, blanco, instruido, joven, pudiente, heterosexual, cristiano y sin discapacidad visible. “Si bien estas guías son sólo propuestas y de ninguna manera tienen fuerza de ley, sería grato que el Estado invirtiera recursos públicos que beneficien a los ciudadanos, sin agredirlos ni malinformarlos”, reflexionó.
Desde el gobierno, por otro lado, se subraya la importancia de recibir información veraz y de carácter científico. De hecho, el ministro de Educación, Alberto Sileoni, afirmó que a través de la Ley de Educación Sexual Integral no se pretende competir con la familia, sino garantizarle a la población el derecho a una enseñanza que emana de un estatuto. “Las leyes no son opiniones, y el Estado debe garantizar su cumplimiento”, aseveró el funcionario en declaraciones a la prensa. Es fundamental tener en cuenta que los objetivos de la norma en cuestión son: incorporar la sexualidad dentro de las propuestas educativas, asegurar la transmisión de conocimientos confiables, promover actitudes responsables en relación con el sexo, prevenir los problemas relacionados con la salud y procurar la igualdad de trato y oportunidades para hombres y mujeres.

Mientras el gobierno y la iglesia se encuentran en un evidente estado de tensión con respecto al asunto de la educación sexual, en el medio se encuentran los niños y jóvenes, quienes continúan recibiendo formación absurda de parte de la televisión o Internet. Tampoco hay que olvidar los criterios que establecen los padres, que en múltiples ocasiones están condicionados por la falta de responsabilidad, la carencia de información adecuada o tabúes y restricciones diversas. La Ley 26.150, con sus aciertos y fallas, fue pensada con el propósito de brindar asesoría a los escolares sobre un asunto básico en la vida de cualquier individuo. Es fundamental que se priorice la formación integral y sensata antes que las bases católicas o los prejuicios del entorno familiar, así como también es necesario que los colegios empiecen a cumplir los estatutos o dejen de respetar las normas a gusto.
La educación sexual es valiosa porque permite que las personas puedan vivir la sexualidad plenamente y tengan la posibilidad de escoger los modos de cuidar su cuerpo y prevenir tanto embarazos no deseados como enfermedades de transmisión sexual. Es indudable que la formación debe comenzar desde el hogar, pero que los colegios otorguen información precisa y científica no está de más, en absoluto. Es posible conformar relaciones sexuales estables, sentidas y respetuosas sin tener que rendir cuentas a aquellas personas que parecen vivir en un estado de mojigatería medieval. La sabiduría otorga a la gente un sentido de autodeterminación que no todos están dispuestos a tolerar. Tener conocimientos es poseer la capacidad para elegir con responsabilidad. Saber es ser libre.

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