Nuevas exigencias del mercado europeo para la venta de biocombustibles
Soja sustentable: el futuro
Los requisitos impuestos por la Unión Europea demandan mayor control e información por parte de exportadoras y productores. Santiago Ramos, gerente de Vicentin Saic Oficina Rosario, y Lucía Muñoz, consultora con experiencia internacional, explicaron los beneficios de la trazabilidad.
Por Nadia Bonora
La Unión Europea (UE) cuenta con nuevas exigencias y regulaciones que demandan a países exportadores de productos alimenticios: contar con sistemas de trazabilidad. Argentina como país productor y exportador de soja consagrado, comenzó a adoptarlos para competir e ingresar en estos mercados.
Según el Comité de Seguridad Alimentaria, la trazabilidad se entiende como el conjunto de aquellos procedimientos preestablecidos y autosuficientes que permiten conocer el histórico, la ubicación y la trayectoria de un lote a lo largo de la cadena de suministro de un momento dado, a través de herramientas determinadas. En pocas palabras, es el seguimiento de un producto.
Si bien existen otros planes aprobados por la UE, el esquema 2BSvs resulta uno de los más convenientes ya que no practica auditorías a los campos. Hace hincapié en el suministro de información fehaciente y demostrable mediante documentos y soportes como Google Earth, Instituto Nacional de Tecnología Argentina (INTA), Convención Ramsar sobre humedales de interés internacional, Sistema Federal de Áreas Protegidas (Sifap) y Aves Argentinas. El sistema fue desarrollado por un consorcio de productores franceses.
La Directiva de Energías Renovables (RED) de la UE exige que los biocombustibles certifiquen la sustentabilidad de su producción. Con este objetivo, estableció algunos requisitos que son obligatorios: la tierra donde se cultiva debe tener el carácter de agrícola al 1º de enero de 2008 (fecha establecida de forma arbitraria); la soja no puede provenir de zonas con alto valor de biodiversidad, conservación o alto contenido de carbono; debe existir una trazabilidad entre la soja que proviene de estas tierras agrícolas y el biocombustible entregado y distribuido en la Unión Europea, y este debe tener un ahorro en emisiones de gases efecto invernadero del 35 por ciento en comparación con el combustible tradicional que reemplaza.
Lucía Muñoz es consultora de Atlas Consulting en Buenos Aires. Trabajó tres años en Alemania con diferentes esquemas de soja sustentable pero la mayor parte de su labor transcurrió en Argentina y desde aquí actuó como interlocutora entre ambos países.
–¿Cuándo comenzó a desarrollarse en Argentina un plan sobre soja sustentable?
L.M. –Para este punto habría que profundizar en qué se entiende por . Perfectamente se podría hablar del esquema de Agricultura Certificada, desarrollado por la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), que vienen trabajando desde hace más de 5 años. Otros esquemas como Internacional Sustainability & Carbon Certification (ISCC) y Round Table on Responsable Soy (RTRS), comenzaron su desarrollo con pruebas antes de definir su contenido oficial en el 2008 en Argentina, e incluso antes en otros países. Existieron auditorias piloto de productores en el 2009 y 2010, pero las primeras certificaciones oficiales con esquemas ya aprobados y reconocidos por el mercado, ocurrieron durante el 2011.
El esquema 2BSvs define a la Primera Entidad de Acopio (PEA) como la encargada de centralizar la información, definir la unidad de certificación e implementar el sistema de control de calidad del grupo de productores. La oficina Vicentin Saic Rosario que abrió sus puertas hace casi 10 años en el edificio de la Bolsa de Comercio, en Paraguay 777, se constituyó como PEA con el objetivo de generar un grupo de productores que cumplan con los requerimientos de la UE. Santiago Marcos Ramos es el gerente de esta administración y fue designado como administrador del esquema.
“De manera clara la soja sustentable es el futuro porque es un requisito de la Unión Europea. Así como en general somos un mercado que está determinado por uno extranjero, en este punto el nuevo requerimiento nos exige adaptarnos para vender este producto derivado de la soja”, aclaró Ramos.
Fuente: Instituto de Desarrollo Productivo de Tucumán
-¿Cree que a largo plazo se demandará sólo este tipo de cultivo?
S.R. –Hoy existen ambos mercados. Pero algunos de ellos como Italia, Holanda y Alemania sólo piden soja sustentable. A estos grandes compradores de la comunidad europea se les sumó hace poco España, y por este motivo los brokers están preocupados ya que es una nueva demanda. Tienen pensado comprar por cuotas de forma regulada lo que lo convertiría en una plaza más controlada y no tan libre como hasta ahora. Sin lugar a dudas esto complicará al mercado argentino ya que en la mente de los productores la sustentabilidad se perfilaba como una exigencia a largo plazo. En la realidad, el tiempo nos corre y tenemos una necesidad puntual muy grande.
Ramos dijo que la soja sustentable no sólo es el futuro para el biocombustible sino para otros cultivos y que, además, la Directiva de Energías Renovables de la UE ya está confeccionando los manuales de procedimiento para llevarlo a las harinas. “Sabemos que una tonelada de poroto rinde en un 80 por ciento para harina y el 20 restante para aceite. Si estos requisitos se trasladan para el resto, el 100 por ciento de la soja argentina deberá ser sustentable”, explicó. No precisó en cuánto tiempo se producirá este cambio, pero sí aseguró que habrá una fuerte exigencia para los biocombustibles en 2013.
Lucía Muñoz explicó desde su experiencia que, en Europa, existen generalizaciones de las prácticas agrícolas para toda América Latina: “Lamentablemente no se diferenciaba en un principio las actividades realizadas en Argentina con las de Brasil, Bolivia o Paraguay. La preocupación europea respecto a prácticas de deforestación, en ocasiones no permitía ver que en la realidad esto no siempre se aplicaba. Incluso existe cierto desconocimiento sobre la siembra directa y desconfianza sobre semillas genéticamente modificadas”, explicó.
Pero incluso dentro de este contexto, como precisó Muñoz, en ocasiones se logró encontrar un punto de entendimiento para así comprender el potencial de Argentina y así ayudar a que se viera al país de otra manera.
El mayor desafío se plantea en la transmisión de las características del esquema de sustentabilidad al productor argentino. “Su mentalidad está saturada del sistema y de la burocracia del comprador. Las respuestas que se ven de forma inmediata son por parte de los más jóvenes que están empapados de las nuevas tecnologías e información”, dijo Ramos. Hoy en día la principal función de parte de la PEA es ser educadores del sistema aunque resulte complicado.
“El productor argentino hace varios años que trabaja. No recibe subsidios, las prácticas varían desde los a los grandes pooles de siembra, con varios puntos intermedios. No tienen una costumbre fiel a mantener registros, la generación de residuos relacionados con la producción termina siendo un problema, en algunos casos, con poca asistencia oficial”, concluyó Muñoz.
En definitiva, la certificación del vendedor dentro de un plan de sustentabilidad lo ubicará en una posición superior de aquellos que no adhieran. Esto lo habilitará para vender su producción de soja a la Unión Europea lo que, a corto, mediano o largo plazo, será con seguridad una condición sine qua non.
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