La exportación: enemiga de la dieta argentina
El sistema ecológico en el país es deficiente. La mayor parte de la producción se destina al mercado externo y poco es lo que queda para el consumo de la población. Quienes ya tomaron conciencia sobre la importancia de una buena alimentación, se ven obligados a adquirir bienes no certificados.
Por Fátima A. Ferrari y Nadia Bonora
Los alimentos orgánicos, ecológicos o biológicos deben cumplir con ciertas características en su procesamiento y elaboración para ser considerados como tales. Los métodos utilizados son no contaminantes, no se utilizan aditivos, productos agroquímicos o sustancias de origen sintético, por lo cual son amigables con el medio ambiente. Este tipo de alimentos no son modificados genéticamente, se rigen por los ciclos naturales y la tierra donde se cultivan es trabajada para conservar sus nutrientes. Argentina es reconocida a nivel internacional por su producción ecológica, sin embargo, en el mercado interno no se ve reflejado ni en la cantidad ni en la veracidad de la oferta de estos productos.
Fuente: FreshPlaza |
Si bien los estudios no han comprobado que sean más nutritivos, al estar libres de sustancias y componentes artificiales, los alimentos orgánicos ayudan de forma indiscutida a proteger la salud de los consumidores. Son mejores porque ayudan a enriquecer una dieta balanceada.
Para su comercialización, éstos deben contar con una certificación emitida por una entidad autorizada. En Rosario, la única empresa habilitada es Letis S.A. Ellos son los responsables de determinar si un producto es apto para catalogarse como orgánico, si cumple con los estándares de calidad o de rechazarlo como tal. Es el artículo 8 de la ley de producción ecológica, biológica u orgánica el que establece los mecanismos para que estas entidades aspiren a su inscripción en el Registro Nacional de Entidades Certificadoras.
Por otra parte, la ley nacional 25.127, establece el concepto y nombra la autoridad de aplicación para la producción. El Ministerio (ex secretaria) de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación es, según la norma, el órgano responsable, a través del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). En su artículo 1, establece: “A los efectos de la presente ley, se entiende por ecológico, biológico u orgánico a todo sistema de producción agropecuario, su correspondiente agroindustria, como así también a los sistemas de recolección, captura y caza, sustentables en el tiempo y que mediante el manejo racional de los recursos naturales y evitando el uso de los productos de síntesis química y otros de efecto tóxico real o potencial para la salud humana, brinde productos sanos, mantenga o incremente la fertilidad de los suelos y la diversidad biológica, conserve los recursos hídricos y presente o intensifique los ciclos biológicos del suelo para suministrar los nutrientes destinados a la vida vegetal y animal, proporcionando a los sistemas naturales, cultivos vegetales y al ganado condiciones tales que les permitan expresar las características básicas de su comportamiento innato, cubriendo las necesidades fisiológicas y ecológicas”.
¿Quién se come la producción ecológica?
Se observa de manera alarmante que hay una extrema preocupación y rigurosidad de aplicación de las normas y leyes dispuestas para los productos orgánicos de exportación. En el otro extremo, el mercado interno se ve inundado de bienes de baja calidad y perjudiciales para la dieta de los argentinos. La mayoría de estos contienen químicos y son transgénicos. El Estado no aplica buenas políticas de alimentación, los organismos de control dejan pasar lo dispuesto y se manejan con dos discursos opuestos. ¿Qué es más importante: el rédito económico producido por las exportaciones o la salud de la población local?
“Como en años anteriores, el mercado interno se caracterizó por la amplia diversidad en la oferta de productos frescos (hortalizas y frutas), y su poca relevancia como destino de la producción”, así lo estableció el informe anual del Senasa de marzo de 2012 llamado Situación de la producción orgánica en la Argentina durante el año 2011. Este también arrojó como resultado que los principales destinos de los productos orgánicos siguen siendo la Unión Europea y los Estados Unidos.
Carlos Echesortu, miembro del Departamento de Desarrollo de la certificadora Letis S.A. afirmó: “Casi la totalidad de la producción orgánica se exporta. En el país queda un porcentaje insignificante y de muy baja calidad. De los productos certificados dejan lo peor y exportan lo mejor”.
Al respecto, Ana Clara Martino, integrante de la Comisión Directiva del Colegio de Ingenieros Agrónomos de la Provincia de Santa Fe segunda circunscripción, señaló: “Se producen más alimentos orgánicos para la exportación que para el consumo interno”.
La famosa cocinera de canal Gourmet, Juliana López May, reconocida a nivel nacional e internacional por su aporte a la cocina saludable, indicó que “Argentina exporta la mayoría de su producción orgánica”, mientras que Stella Maris Orzuza, miembro de la Cooperativa Mercado Solidario, expresó: “Aquel que certifica lo hace seguramente para exportar, muy poco queda en el país”.
Queda demostrado que es necesario que el Estado implemente políticas que contribuyan a una mejor alimentación de los argentinos. Sobran los motivos: suelos fértiles y capacidad productiva sumada a leyes claras que se cumplan, darían a la población el beneficio de contar con alimentos sanos, frescos, ecológicos y a bajo costo.
Una alternativa no tan orgánica
Si bien es un movimiento relativamente nuevo y el acceso a los orgánicos en el mercado interno es escaso, existe una porción de la población que tomó conciencia sobre los beneficios de una alimentación sana. Ante esta dificultad, muchos optan por adquirir los productos sin certificación que se ofrecen, de manera engañosa, como tales. En muchos casos, esta irregularidad se debe al alto costo que implica el proceso.
El encargado del restaurant Sana Sana, Mario Welli, afirmó que el consumo de productos orgánicos es la tendencia, aunque no es masivo. “Se trata de un público que de a poco va tomando conciencia de que si se alimenta mejor, está mejor, y que entiende que lo que come es lo principal para estar bien. Una persona que está todo el tiempo comiendo grasas saturadas, indefectiblemente va a terminar en el médico. Su cuerpo se va a resentir y su calidad de vida, aunque viva en un country, no va a ser óptima”.
Por su parte, el miembro de Letis S.A. manifestó: “Producir orgánico tiene un valor más elevado pero el producto final es mejor. Esto no es un negocio, debe ser una cuestión cultural. Tenemos que cuidar lo que comemos y conocerlo. A veces es indignante ver en un campo las plantaciones para mercado interno y las de exportación en las que, por ejemplo, las manzanas son mucho más grandes y jugosas. En general, se elige por el precio sin darle la importancia que merece a la calidad del alimento que consumimos”.
La ingeniera Martino explicó que, aunque desde el punto de vista nutricional, los análisis químicos no arrojan grandes diferencias entre los resultados de un producto orgánico y uno convencional, la ventaja “radica en asegurarse de que no queden residuos de productos fitosanitarios (o agroquímicos) en el cuerpo”.
La ley 25.127, en su artículo segundo, declara que, para su clara identificación por parte de los consumidores y para evitarles perjuicios e impedir la competencia desleal, la producción, tipificación, acondicionamiento, elaboración, empaque, identificación, distribución, comercialización, transporte y certificación de calidad de estos productos deberán sujetarse a las disposiciones de dicha norma. Esta determina como requisito sine qua non la certificación otorgada por las entidades habilitadas al efecto.
Pero, ¿qué ocurre cuando en el mercado o la feria se ofrecen productos como orgánicos que no poseen la certificación correspondiente?
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Uvas "orgánicas" sin certificación |
Con respecto a esta situación, el encargado del tradicional almacén Almendra, que desde 1979 comercializa estos productos, afirmó: “No se puede vender como orgánico lo que no está etiquetado como tal”. Además, aclaró que está en la “ética” del comerciante decidir si ofrece o no un producto como orgánico cuando no está envasado y no se puede garantizar su origen.
“La etiqueta del producto debe tener impresa la norma que cumplió para ser considerado ecológico y el nombre de la certificadora. ¿Qué diferencia hay entre estos y un producto que dice que es orgánico y no está certificado? Que ese producto recae en la responsabilidad de quien lo hizo. En nuestro caso, lo que hacemos es garantizar que el producto es biológico y cuidamos su inocuidad. En el otro caso, es una cuestión meramente de confianza hacia quien lo comercializa. No hay que ser mal pensado pero está garantizado que, en caso de que haya surgido algún problema durante la producción, en los que son certificados, fueron solucionados a través del método orgánico. Pero en los que no, puede existir la posibilidad de que la solución no haya sido tan orgánica”, afirmó Echesortu. Además, aclaró que esto sólo puede ocurrir para el mercado interno, ya que para la exportación no tiene salida el producto considerado orgánico sólo porque su productor lo dice.
Por su parte, la socia de Cooperativa Mercado Solidario, explicó que hay productos que comercializan ahí mismo que son orgánicos pero que no tienen la certificación. “Es muy cara y por lo tanto encarece un montón el producto. Ese dinero sabemos que se va para otro lado y, además, a veces hay fraude, o sea, tampoco es tan garantida. Con el principal criterio que trabajamos nosotros es con el de la confianza, por ese motivo vamos a visitarlos y así conocemos cómo producen. Hay algunos que han apostado a la certificación pero las experiencias no son buenas con las certificadoras”.
La integrante del Colegio de Ingenieros aclaró que existen huertas, como por ejemplo las Huertas Urbanas en Rosario o las del Programa Prohuerta del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), que trabajan de manera orgánica, pero esos productos no pueden ser comercializados con una etiqueta que los clasifique como tales porque no están certificados. “Esto sucede porque los microemprendedores no tienen el respaldo económico para certificar, ya que el proceso lleva mucha plata. Las que lo hacen son las empresas grandes”, agregó.
En ese marco, una fuente de identidad reservada perteneciente a Senasa declaró que la venta de alimentos que se dicen orgánicos, pero que no poseen la certificación adecuada, no es correcta y que “debería estar regulada”.
El microemprendimiento local El Pan Nuestro elabora panes integrales con harina orgánica y, aunque no respeta el método orgánico para su producción, los ofrece en el mercado como ecológicos.
Panes integrales sin certificación |
El responsable del proyecto aclaró que dentro de las materias primas
utilizadas, sólo la harina es orgánica. Además, señaló que el proceso de
certificación es un trámite complicado. También indicó que tiene
conocimiento de que la mayoría de estos productos se exportan y que en
Europa los controles son mucho más rígidos para introducir la
mercadería. En cuanto a las posibilidades de que su producto pueda
ingresar en ese mercado expresó: “En mi caso, el pan, es imposible”.
Con
respecto a la supervisión de la venta de la mercadería en este tipo de
espacios, el feriante señaló: “El organismo de control es el Instituto
del Alimento de la Municipalidad. Por cada producto que nosotros
realizamos, tenemos que entregar una muestra y llenar formularios donde
se detalla la forma de fabricación. El proceso tarda de 20 días a un mes
y recién cuando se obtiene la aprobación se puede vender en la feria.
Además, cada producto tiene un número de Gestión de Inocuidad del
Producto (GIP)”.
El tratamiento de la producción orgánica en Argentina es deficiente para
el mercado interno. Las condiciones actuales no garantizan la presencia
de alimentos ecológicos dentro de la dieta diaria de los argentinos. Si
bien el país es reconocido mundialmente por la calidad de sus productos
biológicos, esto no se refleja en las góndolas de los supermercados.
Los interesados en su consumo encuentran grandes trabas al momento de su
adquisición. Si todo lo certificado es destinado a la exportación, no
le queda más opción al ciudadano común que confiar en la buena voluntad
de los pequeños productores de bienes no certificados.
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